Con una creatividad desbordante y una simpatía a flor de piel esta tremenda mujer a sus casi 80 años sigue bailando y amando la danza. Estudió diseño de vestuario para no contradecir a su padre, pero su constancia y pasión la llevó justo a donde quería estar y en el año 1973, partió con su marido, con el que lleva 50 años de matrimonio, a Perú, donde estaría por más de 20 años y en donde finalmente se encontraría la danza profesional.
El acercamiento con la danza se dio desde niña, siempre tuvo mucha facilidad física para la gimnasia y participaba en todos los actos y fiestas del colegio. No cabe duda de que esta mujer llevaba el baile en la sangre, el arte corría por sus venas y a los diecisiete años, toda una veterana en un entorno donde se empieza a muy temprana edad, sin dejar su ilusión empieza a tomar clases particulares tres veces a la semana. “Mi nivel era totalmente amateur, pero me gustaba mucho, la danza era y sigue siendo mi pasión”
Ante la negativa de su padre de que estudiara danza por temor a que no pudiera mantenerse económicamente con una profesión tan incipiente, decidió estudiar diseño de interiores, profesión que más tarde la ayudaría como nunca se lo hubiera imaginado.
En 1973 trabajaba en TVN en el departamento de arquitectura del canal como dibujante técnica. “Yo me encargaba del vestuario, de las coreografías, de la iluminación, entre otras cosas, entonces haber estudiado diseño me ayudó mucho para manejar ciertas pautas de composición de color, por ejemplo. En la danza como en el teatro, uno termina haciendo muchas cosas y al final vas aprendiendo en terreno, sobre la marcha, con la premura del estreno, con la emoción y las ganas de que salga todo bien, eso te lo da la experiencia y el trabajo”.
Ese mismo año partió con su marido, con quien lleva 50 años de matrimonio, a Perú, donde siguió con sus clases en la Escuela Profesional de Danza de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Con gran orgullo recuerda que un día tocaron a su puerta para decirle que querían que fuera parte de la compañía y así fue como ingresó con 30 años a San Marcos, una de las instituciones más emblemáticas del ámbito universitario y dancístico de Perú, donde trabajó por 17 años hasta que en el año 1990 volviera a Chile, pero ahora con una tremenda experiencia y una vasta trayectoria, habiendo compartido escenario con grandes maestros y bailarines internacionales.
En nuestro país, se incorpora al mundo de la danza, participando no solo en la gestión cultural a través de organizaciones gremiales, como el Colegio de Profesionales de la Danza (ProDanza), sino también como miembro ad- honorem en diferentes cargos en el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.
Esta pequeña mujer parece crecer mientras habla. Recién operada de la cadera, tiene un ánimo y una actitud envidiables, nunca ha dejado de bailar y hoy con su grupo “La Generación del Ayer”, conformada por tres mujeres y un hombre, todos adultos mayores, sigue presentándose en escenarios y transmitiendo ese amor por el arte. Hizo muchos talleres para ver cómo funcionaba el tema de la creación y armó una metodología para enseñar, impartiendo talleres de improvisación para la creación antes de cada función y posteriormente un conversatorio donde lo primero que le llama la atención al público es la edad de este tremendo grupo que no deja de sorprender con sus ganas de vivir y de bailar. Han difundido su trabajo tanto a nivel nacional como internacional, participando sobre todo en encuentros y festivales a lo largo de Chile.
Esta versátil mujer recibió el año 2010 el Premio Altazor a la Mejor Bailarina, por su rol en la obra “Lo que me dio el agua” en la coreografía de Sonia Uribe y el 2011 en forma compartida con Sonia Uribe, recibió el Premio Altazor a Mejor Coreografía, por la obra “Mujeres de ayer y mañana”.